(Una subcrónica nupcial para recordar)
Faltan quince minutos para llegar a la iglesia, prometí ser puntual; no tengo que rebuscar el único terno que mis bolsillos pudieron pagar, por segunda vez en treintidos años voy a exponer y tratar de armonizar el corte ingles con mi porte de inca subalimentado, tomo un taxi y compruebo que la corbata le sentaría mejor a Jorge el taxista de turno, no debería hacer esto pero a petición de mi obsesionado afán por sentirme ebrio, acepte; juro no me arrepentiré, aunque tal vez lo haga algún amigo en turno, el novio, o peor… la novia.
Llegue, mis amigos todos “The Muppets” están de traje en una esquina, es un comando entrenado en desamores a punto de graduarse. Para tal evento la decencia decidió no venir y en su reemplazo la decidía con enorme gusto nos acompaña. Saludo a todos y la aportación para una par de rones me asalta, cuatro o cinco soles arriesgándome a pelear con el taxi de regreso, salen dos trikas y entran los novios, botellas van y bolsas vienen, la angustia sale junto a los casados, la paciencia decide arremeter contra la libertad ya perdida, contra la sobriedad que siempre fastidia. Llegamos a la fiesta, hay un gordo con cara de expresidiario que nos mira de pies a cabeza, su saco esta pidiendo auxilio y sus botones nos están apuntando como mortales fusiles, revisa en la lista de invitados nuestros nombres, comprueba si no hay errores, es minucioso antes de decir ¡Adelante, pase Ud.!, pensé que había pasado lo peor, algunos pasos por el hall, ¡estamos dentro!, cuando aparecen frente a nosotros trecientos gordos y gordas en nueva revisión, esta es minuciosa, nuevamente de pies a cabeza. Previas excusas, nuestra educación se ha quedado en la puerta, no estaba en lista, así que enemigos y amigos que vengan esas bebidas.
Se inicia la fiesta la gente se mueve como si una horca tira de ellos, pasan las horas y la horca va aflojando los cuerpos poco a poco empiezan a cobrar vida, se inicia el espectáculo, desenfadadas muecas, sonoras carcajadas, grotescos movimientos, pasos piadosos, la voz de mi interlocutor hace de sound track en esta película donde el protagonista soy yo y mi vejiga. El único motivo para levantarme era el baño, un toque… aguanta…espera…ya vengo…ya perdí el norte, mi cuerpo aligera su peso, los objetos dejan de tener textura, los ojos se me embotan, la luz se esconde en una tenue niebla, la gente se mueve como en cámara lenta, los oídos se entumecen y mi voz gruesa ya no se escucha, mi cabeza es un parlante, fluyo como el sonido, sube la adrenalina, me muevo al ritmo de un vals, una salsa me detiene, una cumbia me asalta de improviso, un pop rock me devuelve a la adolescencia y una balada muy de moda, me lastima; la canto, sonrío, mis parpados se dan por vencidos, respiro, le pido al aire una pausa, descansar no puedo, ah llegado otro whisky y mi cara se congela en una risa, miro al horizonte y me trazo un objetivo, hago un lado montañas que entorpecen la meta, llego y pregunto: ¿señorita baila conmigo?... Supe que no haría, ella me rechaza un poco preocupada, pero no importa, bailo bastante bien y el son entra en dominio, logro aplausos, las chicas sonríen, improviso algunos pasos y siento el gozo en mi, juntos, flotando en el cielo, lejos del suelo, las estrellas… y el agua, entreabro los ojos y una mujer vestida de ángel me reclama, manipula mi cabeza, esta enojada o confundida se la llevan; alguien grita ¡Imbécil!, ¡Imbécil!... y mas palabras que no entiendo, una pareja riñe, mi cabello esta mojado, hay una silla, una mesa rota y botellas vacías; a lo lejos una canción deambula, alguien llora, mas botellas, y un hedor a maldición y rosas podridas. Todos los rostros se deforman, egos y almas deseándome el bien; que se pongan bien ellos yo no e tenido momento mejor, me gusta el color rojo y combina bien con el color de la cerveza, me agrada la dedicación que cada uno me pone, me gusta ser importante alguna vez, aunque sea en el motivo ajeno, me emociona me mire esa chica aunque tenga la cara desencajada, me enamora que un abrazo evite mas caídas, me vuelve loco esta lucidez, sobretodo si son las seis de la mañana, me encanta sentir que el deseo de todos sea unánime, que me ponga bien, aunque sea solo por un este día.
Despierto, estoy en mi habitación vestido, me apresuro, mi ropa esta manchada, mi saco esta roto, tengo pequeños puntos de sangre seca en mis manos, reviso mi billetera, es de noche y no se si pueda regresar así… a esa boda.
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